divendres, de març 17, 2006

ZAPLANA: EL CAMALEÓN







Empezó con el de comisionista en el caso Naseiro.
Sucinto repaso a los distintos disfraces de Eduardo Zaplana.

Nativel Preciado acusó en la SER a Eduardo Zaplana de “bajeza moral” a raíz de su intervención tratando de ridiculizar a la vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega, por su tendencia a disfrazarse. Los dirigentes de la derecha parecen abocados a utilizar un lenguaje cuartelero, de baja estofa, aunque habitual también entre los señoritos de cortijo y de casino. Los bramidos de Aznar, tras su foto de las Azores, arremetiendo contra “esos progres trasnochados que ladran su rencor por las esquinas”, ha hecho escuela en su partido.

Como ha hecho escuela, sin duda, el estilo Losantos en la COPE. Allí el predicador de las mañanas llama siempre a Fernández de la Vega vicevogue, recordando así el reportaje que hizo, en septiembre de 2004, la revista Vogue a las mujeres ministras. ¡Qué gran pecado, condenado por la emisora de los obispos, el de las mujeres ministras de un Gobierno de izquierdas posando en una revista como la mencionada! El glamour, por lo visto, ha de estar reservado para las mujeres de la derecha. ¡Hasta los gatos quieren zapatos!
La vicevogue
En la cadena episcopal, Losantos –como publicó oportunamente elplural.com- aludió en su momento al viaje de la vicepresidenta a Mozambique afirmando que la vicevogue se había ido con su harén a la capital, Maputo, vocablo que subrayó con despreciable sorna. El harén lo formaban una serie de mujeres de diversa clase y condición –incluida Ana Pastor, ex ministra de Sanidad con el PP, o Ana Patricia Botín, presidenta de Banesto- y tenía como misión incentivar la cooperación, calificada por el Gobierno de “prioritaria”, al desarrollo de África.
La vida en África
¿Se interesó Zaplana, en su pregunta a Fernández de la Vega, por los propósitos y consecuencias del viaje desde el punto de vista de la mejora de las condiciones de vida en esa zona de África, que era lo sustantivo del periplo? En absoluto. Este género de cuestiones a Zaplana, que representa “la España de charanga y pandereta” -eso sí enriquecida vertiginosamente- le importa un bledo. Pretendió sólo sacar partido del vestido que lució la vicepresidenta y otras mujeres que la acompañaban, regalo de un grupo de mujeres indígenas.
Un amplio ajuar
Nativel Preciado aseguraba, por lo demás, en su comentario radiofónico, que el disfraz de Zaplana “es también muy criticado incluso entre la gente menos envarada de su partido”. ¿Pero a qué disfraz en concreto debía de referirse mi muy apreciada Nativel? Porque Zaplana dispone de un amplia ajuar, como no podía ser de otro modo tratándose de un hombre tan acaudalado. Hagamos al respecto un sucinto repaso.
Turbantes y txapelas
A veces, Zaplana se disfraza incluso de centrista pero enseguida se le ve el plumero. Su disfraz no cuela. Apenas convence a nadie. Una lástima. En otras ocasiones, se disfraza de jeque árabe y luce relojes suntuosos de coste multimillonario, pero se le cae enseguida el turbante. Uno de sus mayores problemas es -como les pasa a Aznar, Rajoy y Acebes- que confunde desde el 11-M los turbantes con las txapelas. Le gusta también disfrazarse de aviador. Vuela con frecuencia y, como es caballero refinado, le molestan los vuelos regulares. Prefiere exhibir su disfraz de aviador en vuelos privados que pagan otros.
Créditos hipotecarios
Disfrazarse de modesto cliente de Caja de Ahorros le divierte porque engaña al personal. A él los ejecutivos de la Caja de Ahorros del Mediterráneo le otorgan créditos hipotecarios muy ventajosos. El disfraz de Terra Mítica le enloquece porque despista a la legión de cobradores del frak que pululan por Valencia, buscándole desesperadamente. El disfraz de publicitario enfebrecido -que sustituía a menudo al de ministro de Trabajo- le sentaba francamente bien. Por desgracia no opina lo mismo el Tribunal de Cuentas.
Julio Iglesias
Cuando se disfraza de Julio Iglesias levita. Con Julito cantan a dúo, mientras el cantante se llena los bolsillos de oro valenciano: “Soy un truhán, soy un señor.” Y es que para Zaplana la vida sigue igual. Como cuando usaba, a finales de los ochenta, su primer disfraz, el de comisionista en el caso Naseiro, recién elegido alcalde de Benidorm. Le fue fácil acceder a la alcaldía. Le compró un disfraz de tránsfuga a una edil socialista y, como Esperanza en Madrid, a vivir que son dos días.
Noticia de El Plural.com